Un marero no se tumba aunque le aticen con todo, no se va a quejar aunque le rompan el alma, ni reconoce más ley que La Vida Loca. En la oscuridad, entre la selva, acecha un racimo de rostros con lágrimas tatuadas en las mejillas. Esperan el paso del tren de carga. Es el infierno que se lleva dentro. Es la furia irracional, inhumana, sórdida. Es la Mara Salvatrucha a punto de saltar sobre los...
La Mara
L